20 jun 2014

Reflexiones de fin de curso. Primera parte: Las dificultades



En el último artículo (del que ya hace cinco meses), hablaba sobre mi nuevo trabajo como maestra de inglés en el colegio Fray Luis de León en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona). Pues bien, aunque los maestros aún nos quedaremos algunos días más trabajando para preparar el curso siguiente, hoy hemos acabado las clases y, por tanto, ha llegado el momento de reflexionar sobre el trabajo realizado para poder mejorarlo el año que viene (crucemos los dedos, porque los sustitutos lo tenemos algo complicado).

Mi primera experiencia como docente en un colegio público ha sido dura en algunas ocasiones, entre otras cosas porque enseñar a niños es muy diferente de enseñar a jóvenes o a adultos (que es a lo que yo estoy más acostumbrada). Las dificultades que me he encontrado han sido varias.

Los conocimientos y hábitos previos

Poco a poco me di cuenta de que yo daba por hecho que los niños hacían las cosas de una determinada manera, pero no era así. Hay que darles todas las pautas sobre lo que quieres que hagan y cómo quieres que lo hagan. Por ejemplo, por no darme cuenta de esto, he recibido deberes en folios escritos en horizontal, en formatos inventados por ellos mismos a golpe de tijera y sin concordar con ninguno de los formatos conocidos (como DIN A4, DIN A5, etc.), con letras de diferentes colores, sin respetar un cierto orden a la hora de escribir...

Y si hablamos del contenido, ha habido veces que no han entendido bien lo que yo les pedía y cuando me daban los deberes, me daba cuenta de que más de la mitad no habían hecho exactamente lo que yo quería.

La organización del aula

Yo, como profesora especialista, he tenido que pasearme por todo el colegio de una aula a otra con mi carpeta y mis CDs y he podido aprender cómo se organizan tanto el aula como las diferentes responsabilidades de los alumnos del siglo XXI; y ya os anticipo que yo no recuerdo que tuviéramos tanta organización de aula en mi colegio cuando yo era pequeña. Puede variar dependiendo del tutor, pero tenemos a los encargados de repartir libros, poner la fecha, borrar la pizarra, repartir fotocopias o material, cerrar la puerta al salir, controlar los deberes... y seguro que me dejo alguno.

Y luego, en el aula tenemos todo tipo de material escolar proporcionado por el centro: diversos tipos de folios, reglas y transportadores, pegamento, libros de lectura, diccionarios, todos los libros de texto (que reutilizan año a año) y un montón de cosas más de las que no me acuerdo ahora mismo. Pues bien, los primeros días, cuando entras a las diferentes aulas, te sientes en territorio ajeno. No conoces aún cuáles son las reglas del juego (al menos yo, que no soy especialista en primaria) y eso hace que, de vez en cuando, los alumnos se den cuenta de que andas algo perdida.

La ratio de alumnos y sus modales

Son veinticinco alumnos por clase cuyo comportamiento no es como el de antes (y lo dice alguien que hace dieciséis años aún estaba en el colegio). Es difícil (y en según que clases, imposible) hacer que todos guarden silencio y no se levanten de sus sillas. Cuando estaba en 3º de primaria, para mí era impensable levantarme de mi sitio sin permiso o hablar sin levantar la mano, pero ahora está a la orden del día. Y, claro, si durante mis clases, me centrara en que mis alumnos se comportaran en todo momento como debe ser, no me quedaría tiempo para desarrollar los contenidos y enseñar algo.

Precisamente, debido al número de alumnos, se hace difícil poder corregir las actividades del cuadernillo de cada uno dentro del aula, y tampoco te vas a llevar veinticinco cuadernillos a tu casa porque ya tienes bastante con los deberes que te entregan en hojas sueltas. Además, hay que tener en cuenta que los especialistas no tenemos un único grupo, sino varios. Si tuviera que decir qué actividad es la que más tiempo me ha ocupado, la respuesta sería la corrección de deberes y de exámenes (fuera de horario lectivo y sin remuneración).

La evaluación

Se supone que en estos niveles educativos, los docentes debemos ir recogiendo información sobre las habilidades y la actitud de los alumnos al mismo tiempo que damos clase con el objetivo de conocerlos mejor y poder evaluarlos con más objetividad al final de cada trimestre. Sin embargo, debido a la ratio de alumnos y a su comportamiento, comprenderéis que esta tarea sea prácticamente imposible.

Y por otro lado están los exámenes tradicionales, cuyos objetivos no se ajustan a la nueva manera de evaluar por competencias y habilidades. El error es que hacemos exámenes sobre contenidos y evaluamos competencias. Esta es una de las cosas más fáciles de cambiar y que más claras tengo para el curso que viene.


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